Una llamarada ha iluminado en parte la ruta en sombras por la que los peruanos actualmente transcurrimos: la luz del gas de Camisea, cuya realidad promete posibilidades que debemos analizar, sin dejar el tema solo a los estamentos del Estado, a los políticos y los medios de comunicación. El análisis debe partir también de la sociedad civil –con la institución universitaria como eje- reflexionando sobre la responsabilidad que conlleva la nueva riqueza concretada.
Sin embargo ¿con el uso y exportación del gas de Camisea cambia el rol o función del estado peruano tal como lo definieron las potencias? El Perú ha sido siempre un país de economía agroextractiva para el desarrollo de otros pueblos. Es decir, exportadores de materia prima. ¿Qué ha cambiado entonces? Porque volver a ilusionarse en el modelo de desarrollo basado en la agricultura y la extracción de recursos –minería, pesca, ahora gas- como panaceas, solo significa mantener al país dentro de un rol siempre dependiente.
Obviamente, los actuales no son los tiempos en que el Perú carecía de una base de desarrollo industrial. Después de las trágicas décadas pasadas, esta se viene lentamente rehaciendo. La nueva riqueza puesta en marcha disminuirá los costos energéticos de las empresas industriales existentes, favoreciendo su competitividad. Sin embargo, no tenemos un auténtico desarrollo industrial coherente, planificado y consistente, aún cuando se intenta firmar un Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos de América. Un tratado que, según algunos analistas, es otra luz en la oscuridad pero que para otros constituye una amenaza latente, cuyas características y consecuencias no han sido claramente informadas a la nación.
Desde hace casi medio siglo se nos llama “país en vías de desarrollo”. Y seguimos en dicha vía debido a nuestra incapacidad para llegar a acuerdos nacionales que brinden la oportunidad de orientar el futuro del país en consenso.
El Perú es el país de las oportunidades perdidas en un proceso histórico esencialmente trágico. Nuestra elite política y parte de la intelectualidad parece complacerse en rechazar las posibilidades que ofrecen la historia y la riqueza natural. Sin un liderazgo claro, sin un camino transparente, confundida ante las diarias sórdidas luchas políticas, la sociedad se reafirma cada vez más en un escepticismo. autodestructivo. Situación crítica que es consecuencia, en gran medida, del resquebrajamiento cultural y desestructuración social de la década pasada.
Frente a esta problemática, se torna nuevamente actual el interrogante sobre la idea de universidad y el rol que debe cumplir en nuestra sociedad. ¿En qué medida la universidad peruana se convertirá en un participante concreto de este nuevo tiempo en que quizás pueda abrirse una ventana para el Perú? Es inconcebible que las universidades nacionales –Trujillo o
Sin embargo, no es algo nuevo. El Perú estuvo siempre divorciado de la ciencia como fundamento del conocimiento del espacio que ocupamos y de nuestra identidad sin poderse elaborar y aplicar estrategias adecuadas y racionales hacia un cabal desarrollo nacional. Carecemos de un desarrollo científico propio, coherente y autónomo. La ciencia y la tecnología actuales han venido de fuera creyéndose que por obra y gracia de su aplicación el Perú será socialmente productivo. Esperanza falaz que dice de la incapacidad que tenemos para comprender nuestras propias raíces como respuesta a la crisis. Los débiles intentos de desarrollo científico en el país han venido de fuera o son hechos aislados, jamás reforzados políticamente como una necesidad de supervivencia de la nación.
La universidad peruana –en términos generales- nunca asumió sincera y concretamente el reto de la investigación científica como respuesta primordial para justificar su propia existencia, otorgando a las ciencias puras y las ciencias sociales el necesario énfasis curricular. Asimismo, pese al desafío impuesto por la globalización de la economía, el estado no ha comprendido la trascendencia que representa la inversión en investigación científica, como lo hacen nuestros vecinos. No se observa una acción concreta del estado que convierta a la investigación científica universitaria es una posibilidad brillante de integración social. Se puede plantear una alianza estratégica entre estado y universidad tal como esta lo puede hacer con la sociedad civil. Lamentablemente, hoy por hoy nuestras universidades no forman a los científicos que estudien las posibilidades de la patria sino a tecnócratas según lo requiere el mercado. Y de esa manera, continuamos siendo simples Importadores de tecnología.
Esto debe revertirse. No solo es imprescindible plantear estrategias políticas y socioeconómicas que nos alejen de la zona marginal del mundo, ingresando al desarrollo y la competitividad. Necesitamos, sobre todo, formar una capacidad científica propia que oriente el desarrollo nacional rescatando el saber tradicional y nuestra biodiversidad natural –geográfica y biológica- y nuestra diversidad cultural, como hechos imprescindibles de análisis e investigación en un sistema coherente e integral, que se equilibre con el actual saber tecnológico y científico, proponiendo alternativas viables hacia el futuro.
Muchas universidades peruanas se abren al entorno internacional para lograr el mejoramiento de la calidad educativa. ¿Cuándo lo será para el mejoramiento de la investigación científica?
Hoy más que nunca es ineludible una reforma de
En estos días oscuros y tristes para nuestra Universidad Nacional, valgan estos puntos de reflexión de quien no acepta que el ideal universitario vuelva a ser destruido por los propios universitarios. Convertida en un centro de poder político antes que en un centro de investigación en servicio a la comunidad, nuestra universidad nacional está más bien contribuyendo a desestabilizar y desorientar cada vez más a una sociedad en la que el desorden y la informalidad se han hecho parte de su naturaleza..
Los conceptos de cambio expuestos pueden parecer divagantes frente a la abrumadora realidad, pero creo que es en los momentos de confusión social que tiene que asumirse la responsabilidad de enfatizar los ideales. El desafío universitario consiste pues en llevar a la sociedad desde la oscuridad hacia la luz. En la maraña inextricable de la selva ha quedado abierta una llamarada de oportunidad. Corresponde a nosotros darnos cuenta de su trascendencia para que contribuya efectivamente a lograr un desarrollo humano sostenible ¿Podremos alguna vez llegar a cumplir nuestros sueños como peruanos?
ALFREDO ALEGRÍA ALEGRÍA
11 de Julio , 2004
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